viernes, 30 de octubre de 2009

Halloween, el horror de los disfraces

Mañana es Halloween y en la guardería lo han celebrado hoy con todos los niños disfrazados. Ya conocéis nuestra experiencia con los disfraces, pero es que esta vez nos hemos superado.

Ayer (AYER!) nos acordamos de que ¡ahí va! tenemos que comprarle el disfraz a Sandra para hoy. Aprovechando que íbamos de compras al Alcampo estuvimos mirando, pero aparte de que quedaba poco (literalmente un colgador con un cartel "HALLOWEEN ÚLTIMOS ARTÍCULOS"), todo lo que había era para niños más mayores. Así que nada, decidimos hacer el disfraz nosotros mismos. Eh, he sido boy-scout, tengo experiencia en disfraces traperos hechos con cualquier cosa (err... os podeis ir imaginando). Lo malo es que ahora ya no le podremos echar la culpa a los disfraces baratos del chino.

Es Halloween, así que el objetivo es un disfraz de brujita. Empezamos por el gran amigo de los disfraces de última hora: ¡la bolsa de basura! Lamentablemente, en casa no teníamos bolsas de basura negras (las teníamos azules y blancas, que dónde se ha visto, las bolsas de basura son negras de toda la vida). Así que me voy al súper a comprar bolsas negras. Las únicas que hay negras (esto es un complot) son de comunidad, como para meter a cuatro Sandras dentro. Pero bueno, más vale que sobre que no que falte. Abrimos un agujero para la cabeza y después de varios diseños provisionales, nos decidimos por el tradicional "poncho" abriendo también los laterales. Cortamos la parte de abajo a picos, reforzamos las aberturas con celo para que no se rasguen y se lo intentamos probar a una niña que opina que ni muerta la van a ver por la calle con eso puesto. Decoramos la "túnica" con unas estrellas, lunas, etc. hechas de cartulina plateada.

Luego el gorro. Cucurucho de cartulina negra y un aro también de cartulina para hacer el ala del sombrero. Medir es de cobardes y usar compás ni te cuento, así que el cucurucho nos queda algo pequeño (y eso al segundo intento, que el primero era enano) y el ala es un círculo irregular. Lo pegamos todo junto con celo (imprescindible para las manualidades traperas) y como no está medido ni nada pues en unos sitios queda más metido y en otros más suelto con lo que el ala del sombrero hace eses. Está bien porque le da un aire "ajado" muy brujeril (o al menos eso me digo a mí mismo para consolarme).

El resultado:



A tener en cuenta:

  • La cara de felicidad de la última foto se consiguió después de pelearse con ella para obligarle a ponerse el disfraz y decirle unas doce veces "pero qué guapaaaa". Y ya el hecho de que lleve el sombrero puesto es pura velocidad a la hora de hacer la foto.
  • Los adornos son demasiado grandes, después de un rato andando estaban todos doblados.
  • Sólo llevaba adornos delante, con lo que la parte de delante del vestido pesaba más y al andar casi se lo pisaba.
  • El sombrero incluía un cordel pero no hubo manera de atárselo.
  • El biberón que lleva en la mano no forma parte del disfraz. Le habíamos comprado un caldero de plástico de los que llevan los niños para recoger caramelos pero al final no se lo hemos puesto para la guardería por si lo pierde.
  • Como sigamos así de traperos, la niña no va a querer saber nada de disfraces en su vida.

jueves, 29 de octubre de 2009

martes, 27 de octubre de 2009

El parto según la madre

Ahora os voy a dar mi versión porque no es lo mismo ver que sentir, y vale que sentí. Me desperté el sábado con dolor de tripa, como de tener gases. Fui al baño un par de veces y entonces parece que eso paró pero empecé a tener dolor de riñones. Pero un dolor bestial, y era cada 3-4 minutos. Mi idea original era ir a por churros, que los sábados tocan, pero no me veía con fuerzas porque además había leído que para aliviar las contracciones de riñones era bueno ponerse a cuatro patas y cada vez que me daba el dolor lo hacía, con lo cual no me veía por la calle montando el espectáculo.
No sabía que hacer, pero como veía que eso no paraba subí a despertar a Jorge. El pobre estaba todo dormidico, le dije que creía que estaba de parto pero que había sido todo muy repentino pero que me dolía mucho. Pensamos qué hacer, mi idea al pensar en el parto era esperar bastante en casa e ir al final, así dilataba mucho, no daba tiempo de epidural y estaba menos allí, pero claro, con Sandra empezaron las contracciones cada 20 min. y eran super soportables. Estas dolían mucho y encima eran muy seguidas, así que decidimos ir a ver qué nos decían. Mientas yo aguantaba por el salón, él preparó todo, vistó a Sandra y nos metimos en el coche. Yo me veía incapaz de aguantar en el coche sentada, así que plegó el asiento delantero y me metí detrás. Iba sentada pero cuando me daba la contracción me ponía a cuatro patas. Llegamos a casa de mi hermana, le dejamos a Sandra y subimos al hospital. Nos tocó enseguida, entramos y me hicieron desvestir. Mientras me quitaba la ropa me dio otra y a cuatro patas. Finalmente me subí a la mesa y me dijeron que estaba de 4 cm casi 5. Yo me quedé alucinando, porque pensaba que estaría de 1 ó 2, porque sólo había pasado 1 hora. Iban a mirarle el pulso a Sergio pero me dio otra y les dije que no aguantaba tumbada y me dejaron levantarme. Me tuve que volver a vestir, que casi no salgo y me llevaron a dilatación. Por el camino me iba parando cada vez que me daba una contracción y la que me acompañaba me reñía, pero yo pasando de todo. Llegué pidiendo la epidural pero primero tenía que ponerme el camisón. En el baño mientras me cambiaba otra vez a cuatro patas y casi no salgo. Gritando desde la puerta que la epidural. La matrona me dijo que primero tenía que ponerme una vía y monotorizar al bebé, que luego llamaría al anestesista. Me hizo tumbarme. Yo me veía incapaz de estar quieta pero si no lo hacía no vendría el anestesista, así que me tumbé. Me puso la guía, el monitor alrededor de la tripa y cuando vino la contracción yo retorciendome en la cama pero aguanté bien. Nos os creais que a cuatro patas no notaba nada, quizás es una forma de distraer el dolor, pero a mi no me funcionaba muy bien. En la cama aguantaba igual, y como la matrona no me dejaba levantarme pues estuve ahí unos 5 min. hasta que vino el anestesista. Me exploró la matrona y ya estaba de 7 cm., y mientras tenía la contracción llegaba a 9. Yo que la epidural, el hombre que negociaramos, la matrona que iba muy rápido y que aguantara, además que no me veía capaz de estarme quieta mientras te la ponen, y yo tampoco, así que al final el hombre se largó y yo me resigné. Tenía mucho miedo de cómo sería lo de empujar. Con Sandra me pusieron la epidural y no sentí nada. Le preguntaba si luego sería peor el dolor pero ella no sabía decirme, aunque decía que cuando empujas alivia. Se hicieron las 10 y cambió el turno y me tocó otra matrona, Encarna. Era más mayor que la anterior. Le pregunté si me podía levantar y me dijo que sí, que me arreglaba los tubos y me levanté. Me dijo que si me quería quejar o chillar que lo hiciera. Me gustó mucho. Yo estaba muy cansada pero me levanté para las contracciones por ayudar al niño a bajar. Después de un par noté como ganas de hacer caca, como una presión abajo. Encarna me dijo que era el niño que bajaba. Ahí lo pasé muy mal porque el dolor no se iba, antes entre una y otra tenía un par de minutos, pero ahí era un dolor continuo, no tan fuerte como antes pero sí seguido. Seguí notando cada vez más presión y luego empecé a notar que también tenía contracciones, así que se juntaban las dos cosas, pero yo empujaba y sentía algo de alivio. Me volvió a mirar y estaba de 9. Le dije que si nos íbamos a la sala de parto. Ella me dijo que vale (no la ví muy convencida, pero yo veía que no movíamos y notaba que el niño estaba fuera). Lo malo era que tenía que volver a subirme a la camilla. Otra vez me decidí porque sino subía no movíamos, yo diciendo que no iba a aguantar, ella diciendome que sí. Ahí fue un momento muy malo porque me puse un poco histérica, pero finalmente pasó. Me subí como pude y me llevaron. Me metieron en una sala y me hicieron subir a la cama de partos. Vi a Jorge en la puerta. Vi los estribos. Como me había dejado levantar probé a decirle: "y no puedo parir sin levantar las piernas?" y va y me dice que sí. Yo alucinaba (bueno, no tenía tiempo para eso, pero me sorprendió). Me dijo que podía parir sentada si quería. Y yo genial. Entró Jorge. Luego me contó que veía como caía el líquido de la bolsa a chorros (rompí aguas un poco antes de venir a la sala). Yo no notaba nada. Vino otra contracción y me puse a empujar. Encarna me dijo: "espera, que me tengo que poner los guantes" Yo aguanté pero costaba mucho, era más fácil empujar. Las contracciones volvían a dejarme un rato de descanso. En la siguiente empujé y salió la cabeza. Luego relax (era extraño después de tanto dolor esos momento de tranquilidad) La pobre estaba sentada delante mío, agachada sujetando la cabeza. Yo le pregunté si tenía que empujar o sólo en la contracción, y me dijo que en la contracción, así que esperamos. Llegó la siguiente y me pidió empujar. Ahí tuve que empujar mucho rato seguido y la presión era enorme, hasta que de repente noté que salía algo y un alivio inmediado. Una gozada. Y me pusieron a Sergio encima. Estaba todo asquerosete. Se puso a llorar el pobre. Encarna esperó a que el cordón dejara de latir y lo cortó mientras Jorge y yo mirábamos (bueno, realmente Jorge vio todo el parto, dice que era muy impresionante, yo la salida del niño no la vi) Luego se llevaron un poco a Sergio a lavarlo y hacerle las primeras pruebas y yo notaba como una irritación por abajo. Veo que está Encarna con el cordón que sale de mi, y entonces me acuerdo de que falta la placenta. Al cabo de un ratín noté un impulso de empujar, empujé y salió, muy fácil. Nos la enseñó: "esto es la placenta, aquí en esta bolsa estaba el niño" Era un amasijo de sangre, pero muy emocionante. Le pregunté si me había rasgado y después de limpiarme me dijo que un poco. Me pusieron una anestesia local y se puso a darme puntos. Yo ahí ya estaba cansada, ya no tenía dolor con lo cual me podía quejar a gusto y le dije: "ahora me voy a quejar, que me molesta y ya puedo", así que empecé. Es que quería que me dejaran ya levantame e irme con el niño, y no estar ahí aguantando mientras me hacía no se qué por abajo. Ya terminó y de devolvieron al enano. Me llevaron a otra sala durante 1 hora pero tuve a Sergio todo el rato conmigo. Al cabo de una hora a la habitación y ya subió Jorge.
En la sala de después del parto había una matrona allí y le preguntó a Encarna que qué tal la camilla nueva. Yo había leído que tenían una camilla para poder dar a luz sin tener que estar tumbada pero no había caído que era la que yo había usado. Aparentemente se parece a las otras. Le dijo que bien. Entonces yo me puse a preguntarle, le conté que después de leer la noticia de la camilla nueva había escrito al doctor encargado de los partos (doctor Tobajas) y le había preguntado si cualquiera podía usar esa camilla o había que pedirla por anticipado o preparar un plan de parto, pero no me había contestado. Encarna me dijo que le escribiera contandole la experiencia, a ver si los cambios iban más rápidos. Le pregunté que por qué me había metido en esa sala en concreto, y me dijo que porque estaba libre. No sé si pensó que quizás yo pediría no parir así o fue pura suerte, pero al final salió como yo quería. Con todos los dolores no caí en preguntar antes por la camilla, vamos, ni me acordé de que existía. Me dijo que era el segundo parto que se había hecho sentada, el resto se habían hecho con las piernas en los estribos. Le pregunté si cuando llevaban ahí a una parturienta le ofrecían la posibilidad de eligir la posición, y me dijo que no. Se veía que ella estaba a favor del cambio pero que las cosas aún iban a tardar, por eso me pidió que escribiera al doctor, que eso ayudaría. Y pienso hacerlo.

Así que al final salió el parto que yo quería (y mi amiga Mamen también) y la verdad es que es precioso. El sentir todo, el controlar, el que seas tú la que haga todo, tú con el niño y la matrona, sin médicos que te digan qué hacer, que se pongan a empujar encima tuyo, que te tengan tumbada sin notar nada. No tiene nada que ver. Aunque también hay mucho dolor, pero si consigues no perder los papeles se aguanta y también tienes momentos de descanso. También fue mucha suerte que fuera tan rápido, supongo que un primer parto no va así, pero creo que entonces el dolor no es tan fuerte desde el principio. No sé. Con Sandra entré también con 4 cm y los dolores que tenía eran puras molestias comparadas con estos.

Pero ya os digo que yo vine pidiendo la epidural, así que fue más fruto de la casualidad que de estar totalmente convencida.
Y no sé si por tener a Sergio ya conmigo desde el principio al poco de subir a la habitación ya pilló el pecho y lo sigue pillando muy bien, aunque me han salido grietas y tengo que volver a encontrar la postura, pero ya pasarán (espero)

Y bueno, eso es todo. Quería contarlo desde mi punto de vista porque para Jorge fue todo muy rápido pero no estuvo ahí ni sintió. Y me parece algo tan bonito que quería dejarlo por escrito en algún sitio.

Encuentros en la tercera fase

Sandra conoce a Sergio:



Después del primer encuentro se asomaba cada vez que pasaba al lado del capazo ("Bebé!"). La sorpresa se la llevó cuando lo vio tetando. Estaba ella jugando y de repente se vuelve y ve a Sergio enganchado a mamá... Lo mira, y se asoma corriendo al capazo... "no tá!".

Esta mañana al despertarse y bajar al salón se ha vuelto a asomar: "Bebé, no tá" - estaba en la cuna aún.

Parecidos razonables

Se nota que son hermanos... los mofletes vienen de familia.

domingo, 25 de octubre de 2009

De repente, Sergio

Sábado 24 de octubre de 2009, a las 7:00 horas.

Dormía yo tranquilamente (qué se va a hacer un sábado a esas horas) cuando noto que me agitan. Es Elena, que no sé que me dice de que lleva un rato levantada, que tiene la tripa rara y le duelen los riñones. Pedazo de dejavú (¿un fallo en Matrix, tal vez?). Esto me suena de algo. La última vez que me pasó ésto me empecé descojonando y luego resulta que nació Sandra. Pero esta vez no puede ser, que faltan casi 3 semanas para la fecha prevista.

- ¿Y no serán gases?
- Si, unos gases con patas, manitas y pañal van a ser (esta frase no es literal, pero capta el espíritu de la conversación).

Elena no se lo termina de creer tampoco y durante un rato la tengo medio convencida de que sí, que pueden ser gases, las lentejas del viernes, y va al baño y todo. Pero no, los apretones son sospechosamente rítmicos. Y duelen demasiado. Elena ha leído no sé dónde que si te pones a cuatro patas se alivian los dolores y la tengo haciendo el caballito en el salón. A mí ya me ha convencido y estoy haciendo viajes, escalera para arriba, escalera para abajo, cargando el coche con la canastilla, la niña, equipaje de la niña (que se quedará a dormir con su tía), el carrito y todo lo que se me ocurre.

Coche cargado, consigo que Elena se arrastre hasta el garaje y suba al coche. Insiste en mantener la postura, así que pliego el asiento delantero y se coloca detrás, de rodillas y apoyada hacia adelante.

En marcha, son como las ocho, vamos a casa de Mamen (la hermana de Elena), dejamos a la peque y nos vamos a maternidad. "Buenas, que estamos de parto, nos tememos." "Hala, sí, pasen, pasen, a la sala de espera". En la sala de espera, le vienen más contracciones, Elena pasa de todo y otra vez a cuatro patas. La llaman enseguida "Elena Jarque, sala 1". La pillan en plena contracción, y entre que se pasa, que se levanta, que llega a la puerta "¡¡Elena Jarque, sala 1!!" "Paciencia, que ya llegamos".

La reconocen, y oiga que sí, que va a ser parto ("no me diga"), 5 cm de dilatación. A la sala de dilatación y usted (a mí) a la sala de espera. Allá que me voy, ronda de llamadas a la familia. Me compro unos donuts y un café, que aún no había desayunado, y a esperar un ratico. Media hora y me llaman, hala, a la sala de dilatación, me pongo las calzas, la bata verde, pregunto por Elena y en esto la veo que la sacan en la camilla, resoplando y puesta de medio lado y se la llevan al paritorio... Resulta que ha entrado pidiendo la epidural a gritos y a lo que la han podido convencer de que se dejara reconocer estaba ya de 7 centímetros, ni epidural ni nada, que ya no hay tiempo.


En el paritorio la comadrona, que es muy maja, le deja utilizar una de las nuevas sillas que permiten dar a luz sentada en vez de panza arriba y con las piernas mirando a Cuenca. Así que cumplimos el viejo sueño del parto natural. A la pobre comadrona casi no le da tiempo de ponerse los guantes ("Esperaaaa, no empujes!") y ya ha salido una cabecica. Un par de empujones más y sale el resto ("Uaaaaaaahhhh, que alivio!!!"). Se lo ponen encima a Elena, le cortan el cordón y cuando se lo llevan a limpiar unos empujones más para que salga la placenta. Son las 10:34 de la mañana, y creo que no ha pasado ni hora y media desde que entramos en el hospital.


Empieza la clase práctica de anatomía (no apto para débiles de estómago). La comadrona se ha animado con esto del parto natural y empieza "Esto es el cordón.." mientras va echando echando la sangre del cordón a unos tubitos para analizar, como si estuviera ordeñando. "Y esto la placenta.." y nos enseña una masa sanguinolenta que parece un hígado metido en una bolsa "Aquí iba el niño y esta parte está pegada a la madre" y se pone a rebuscar en el amasijo para ver que está todo correcto. La verdad es que fue muy instructivo y con la emoción no me pareció tan asquerosete.


Le dan cuatro puntos a Elena que hasta ahora estaba muy dócil y hacía caso a todo lo que le decían, pero ya ha vuelto a su ser y empieza a quejarse "¿pero ha terminado ya de coser? ¿me van a dar al niño? ¿me puedo levantar? ¿pero cuántos puntos?..." y finalmente le dan al peque y se lo dejan pegadito todo el tiempo. A mí me vuelven a echar a la sala de espera y hago la ronda de llamadas definitiva, recibidas todas con dosis equivalentes de enhorabuena e incredulidad.


En resumen, que ironía, cuando nació Sandra llegó Elena toda guerrera pidiendo parto natural y nada: epidural, oxitocina y todo eso. Y esta vez, que llega pidiendo la epidural en vena, le sale un parto natural, con silla anatómica y todo. Ella está superfeliz y la verdad es que el postparto ha sido mucho mejor, se levanta de la cama y está como nueva.

Bueno, y después de la parrafada, lo que todos esperábais, la foto. Es la primera foto de su vida, hecha desde el móvil (iré añadiendo otras de mejor calidad cuando me traiga la cámara de vuelta del hospital):



martes, 20 de octubre de 2009

Cura sana

Sandra ha descubierto el poder curativo de los besitos. Cada vez que se hace pupa (por poca que sea) hay que darle un besito en la zona afectada. Y como más vale prevenir que curar, si se hace pupa en una mano, por ejemplo, hay que aplicarle besito también a la otra. La única parte que parece inmune es la cabeza. Le encanta darse "coscos" y una de sus actividades favoritas es chocar la cabeza con su papi. Como dos ciervos cabreados.

Lo malo es que quizá le haya cogido demasiada afición a los besitos terapeuticos. Esta mañana desayunando se ha dado un golpe en el codo y mamá le ha dado la ración de besito en el codo afectado, luego en el otro codo... y luego la ha pillado dándole con el codo a la trona otra vez para pedir más.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Su primera palabrota

Sandra tiene ya un vocabulario bastante amplio. Sabe decir hola y adiós, las partes del cuerpo, sus muñecos, coche, moto y muchas cosas más.
En general, si tu le dices cualquier cosa repite la última palabra. Es como un loro, pero en rubita. Y ahí está el peligro. Que repite lo que sea.

Esta mañana le estaba dando de desayunar un kiwi. Lo partimos en dos mitades y se lo damos con la cucharilla. El caso que estaba yo peleándome con el kiwi (la parte del centro puede salir dura y no se parte con la cucharilla así como así). Al final el kiwi ha cedido, se ha despachurrado y me he pringado las manos.
- Puto kiwi, coño!
- Oño!

Mi segundo error ha sido soltar una risita. Nunca os ríais cuando un niño dice una palabrota, que se emociona.
- Oñoooooooooo!

Al final, he tenido que poner mi cara de papá serio y responsable.
- Eso no se dice.
Y por increible que parezca, se ha callado.