A la three.
Sábado 6 de noviembre, nos vamos a comprar, se nos hace un poco tarde y nos quedamos a comer en el centro comercial. MacDonalds para todos (un espectáculo el enano trapiñándose los nuggets). Volvemos a casa y Elena destrozada, el BigMac le ha sentado como un tiro. No cena nada, con el BigMac en la garganta, y vomitando por la noche. Una penica, vamos.
Domingo, comemos en casa de mi madre. Elena casi no come (ni siquiera ensalada, y eso es sagrado). A la noche, sigue con la tripa mal, pero tiene hambre.
- ¿Qué me puedo comer, que me siente bien?
Por la noche llama mi madre, a ver cómo está Elena:
- ¿Qué me puedo comer, que me siente bien?
- No sé, ¿una sopa?
- ¡No, ya sé! ¡Berberechos en vinagre!
Berberechos. En vinagre. Para arreglar la tripa.
- ¿Tú estás segura de lo que haces?
- Que sí, que sí, es que se me han antojado
¡¡WARNING!! ¡¡WARNING!!
- Oye, no estarás...
- ¡Anda ya! Qué cosas tienes. Es una indigestión, que los síntomas no tienen nada que ver...
- Oye, no estará...
- Que no, que no, que será algún virus del estómago.
Miércoles por la mañana, (día 10-11, que para Elena tiene algún significado especial, la cábala o yo que sé) hacemos el test: Dos rayas como dos soles (para los no iniciados, eso es que sí).
En fin, pues eso, que vamos a volver a ser padres. Familia numerosa, para más señas.
Y el nuevo ya tiene para contar su primera anécdota, que de pequeñito le confundieron con un BigMac.
Por cierto, Sandra, sintiéndolo mucho te viene otro.
Por cierto, Sandra, sintiéndolo mucho te viene otro.
1 comentario:
Me alegro. Aprovechad vosotros que podéis.
Vais que tener que ponerle a Sandra la estrella de "ayudante del Sheriff" para vigilar a los hermanos pequeños.
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